Cómo cultivar cebollas

La cebolla es uno de los alimentos que no puede faltar en nuestra cocina: a menudo utilizada como base de salsas y carnes, es un alimento muy versátil y, desde el punto de vista de la salud y la nutrición, muy importante.

Perteneciente a la familia de las liliáceas y pariente de los espárragos y el ajo, la cebolla es una de esas verduras que podemos comer durante todo el año, gracias a que hay varias variedades que se adaptan bien a las temperaturas cálidas y frías.

El cultivo de cebollas, el suelo

Desde el punto de vista del suelo, digamos que esta hortaliza crece particularmente bien en todas las soluciones, siempre que el suelo esté siempre bien drenado (por esta razón es importante prepararla en los meses anteriores a la siembra mediante el azadón de vez en cuando) y especialmente el azadón.

Para los que quieren lo mejor, es importante saber que el mejor crecimiento es cuando el pH del suelo está entre 6,0 y 6,8. Para tener plantas más fuertes, también es posible mezclar el suelo con fertilizantes orgánicos, lo que debe hacerse algún tiempo antes de plantar. Esta técnica le da al suelo los nutrientes que serán absorbidos durante la fase de crecimiento a medida que las raíces los necesiten.

En cuanto al clima ideal, sería mejor al sol, pero en cualquier caso la cebolla es resistente al frío (podría dañarse por cambios de temperatura demasiado fuertes).

Sembrando cebollas

Puedes sembrar cebollas de tres maneras:

  • plantando la semilla directamente en el huerto;
  • en el semillero (con el subsiguiente transplante de las plántulas después de unos 30-45 días, cuando las plantas tienen unos 15 cm de altura);
  • plantando los bulbos en el suelo.

Entre las tres, la plantación de los bulbos es la solución más fácil y rápida.

Cultivo de la cebolla

Al cultivar cebollas, es esencial controlar las malas hierbas que pueden desarrollarse espontáneamente en el suelo para evitar que roben valiosos nutrientes de nuestros vegetales. La vigilancia constante es importante.

Asimismo, se recomienda mantener el suelo bien ventilado en todo momento, lo que se hace azotándolo de vez en cuando (digamos cada 2-4 semanas) para evitar la formación de una costra “dura” en la superficie, que dificultaría el paso del agua a las raíces.

Hay que ser muy cuidadoso al hacer este procedimiento, tratando de permanecer en la superficie tanto como sea posible ya que si se dañan las raíces (aunque sea un poco) se corre el riesgo de secar la cebolla.

Dijimos al principio que las cebollas crecen en cualquier suelo (o casi), siempre que esté bien drenado y azotado. Por eso nunca hay que regar en exceso el suelo, de lo contrario las raíces del vegetal podrían pudrirse, y con ellas, por supuesto, nuestra cebolla.

Plagas de la cebolla

A medida que las hojas crecen, pueden ser atacadas por pequeños parásitos negros conocidos como trípicos, que chupan la savia. Son difíciles de ver porque se esconden en los pliegues y el cuello de las hojas y podrían eventualmente quitarle la vida al bulbo y hacer que se pudra, por lo que el control constante y frecuente es esencial.

Otro problema con esta planta es la llamada mosca de la cebolla, un parásito que puede ser expulsado naturalmente plantando zanahorias junto a nuestras verduras, que son repelentes.

Por último, si las hojas del tubérculo se vuelven amarillas, podrían verse afectadas por el mildiú lanoso, una temible enfermedad que hace que el bulbo se pudra. En este caso, es necesario intervenir inmediatamente con algo de cobre.

Recolección y almacenamiento

Para recoger las cebollas, hay que tirar de ellas antes de que florezcan. Desde el momento en que se dobla la caña (es decir, las hojas que salen de la tierra), el vegetal está listo para ser llevado a casa.

Lo primero que hay que hacer es secar las cebollas recién cogidas al sol durante un par de días y luego almacenarlas en un lugar fresco y oscuro. Deben comerse en un plazo máximo de 2 a 4 meses (cebollas rojas en menos tiempo).